viernes, 12 de diciembre de 2008

Después de todo

Me voy perdiendo poco a poco en las dulces palabras pronunciadas con lentitud y aparente sinceridad. Tu boca me prometía bienestar eterno y yo no pude más que creerte, caer sin imaginar siquiera el dolor que se asomaba a la vuelta de la esquina. Con tanto miedo me entregué me hice tuyo en un todo: en mente, cuerpo y alma; te juro el miedo me consumía, quemaba cada centímetro sin dejar un solo instante de paz. Un dolor continuo, creciente vigente a cada segundo, para mí la vida se convirtió en un viaje a una sala de armas con una venda en los ojos: tenía miedo de extender las manos para palpar mi alrededor pues cualquier trampa mortal o filo infernal podía cortarme de tajo el corazón.
 
Fueron tanas las dudas que traté de resolver, mostrarme siempre fuerte e inmaculado me cansó, me fui convirtiendo en la mentira idónea para ti, pero ese mismo proceso me segregó en cada palabra de apoyo que te otorgué. A fin de cuentas me convertí en una nube de malas ideas con buenas intenciones y cuando todo se desvaneció, me miraste y no resististe la vergüenza de verme como todo lo que fui para ti era un esfuerzo por ser aquello que querías. Por ser perfecto para ti. No te hablé de mis problemas para enfocarnos en los tuyos, para no cargarte con más dudas sobre la vida, para que supieras que tal vez la vida es horrible, los altibajos de cada día pero siempre con el ímpetu de que al menos en mí, en nuestra relación estuvieras segura.
 
Sabes aún después de separarnos cada día se trataba de esperar la respuesta, de añorar lo pasado y tener esperanza inmortal de que entrarías corriendo con la grimas en los ojos diciendo" te amo, te amo. Perdóname y ámame." Cada día transcurrido se convertía en un ladrillo apilado frente a un nosotros. Grité de mil maneras para hacerte ver que yo quería ser rescatado del abismo por ti, por la magia que (según yo) siempre nos había caracterizado. Pasó el tiempo y seguía esperando, día a día te notabas más distante, resignada por decir algo, eso me mató, quedé fulminado de dolor. Si había mantenido una postura de cordura se desvaneció, enloquecí: ¿Dónde quedó el amor eterno que me prometías?, ¿las palabras de fidelidad espiritual, aquella idea de ser tú y yo para siempre?, ¿dónde está el amor que cada día me repetías como obligándome a amarte, cuando era más que obvio que lo hacía?
 
Después llegas tú, feliz como si nada. Al fin feliz, cuando me habías dicho que lo único que te amarraba a esta vida era yo. Primero sentí una dicha indescriptible por ver lo hermosa que te ves feliz, no duró mucho las dudas asaltaron mi cabeza como gotas de aceite en un sartén al rojo vivo. Ahora lo entiendo, todo es tan claro, mi miedo y el ego natural en mí hicieron los celos en algo latente y la duda mi forma de ser. Ahora me doy cuenta de todo. Tengo que cambiar, no sé cómo, pero me no puedo seguir mi vida sin un camino en cual pueda entregar todo sin dudas ni miedo. 
 
Así acaba el "todo", en mí, en mis dudas y la idea de vencer al final del camino. Emprendo la epopégica aventura de ser yo. Ser yo para mí y por mí. Un gran paso he dado, ahora me faltan las fuerzas para seguir.
 
Un beso y buenas noches. 

No hay comentarios: